La Rocheloucauld, un cortesano francés del siglo XVII, escribió que las virtudes, a menudo, son sólo vicios disfrazados.

El altruismo puede hacernos sentir bien, pero sentir admiración por uno dista mucho de ser admirable. La amabilidad es una cualidad en la cual se combinan el amor, la comprensión, la previsión, la empatía y la generosidad, pero para que sea una auténtica virtud debe estar libre de segundas intenciones, incluida la autoestima.

Siempre que nos entreguemos a los demás con un espíritu completamente abierto, sin egoísmos, nuestra actitud es una bendición. Un sencillo acto de amabilidad repercute en la red de relaciones que nos unen al mundo y puede reavivar sentimientos positivos que se expanden a los cuatro vientos.

El principio oriental del karma nos enseña que todas las palabras y acciones son semillas que germinan para dar fruto en el momento oportuno. La primera acción no es la semilla, sino el pensamiento que la genera. Así pues, si la idea la semilla es moralmente sana, desinteresada y auténtica, tenemos el camino apropiado para nuestra progresión espiritual.

La amabilidad vuelve con una sonrisa al lugar desde que ha partido..